La fiebre, eso que todos conocemos o hemos padecido en algún momento de nuestras vidas, es, LITERALMENTE, y según recoge la RAE: «Fenómeno patológico que se manifiesta por elevación de la temperatura normal del cuerpo y mayor frecuencia del pulso y la respiración.» No obstante y como nos gusta tener todo cuantificado, lo normal es admitir que se tiene fiebre cuando nuestra temperatura corporal es superior a 38 grados. Siempre con la prudencia que supone afirmar algo así, ya que cada cuerpo tiene su propia temperatura y es susceptible a adaptarse de mejor o peor manera a los posibles cambios que aparecen en nuestro organismo.
¿Qué implica tener fiebre? Nuestro cuerpo tiene un sistema inmunológico que se activa cada vez que nota que «algo va mal», dicho de manera coloquial. Es uno de los mensajes que nos envía para saber que algo está pasando y que debemos protegernos. No obstante y ante la creencia de que la fiebre siempre es algo negativo, como curiosidad diremos que el hecho de tener fiebre no siempre es algo negativo, sino que puede tener un efecto en la lucha contra el virus causante, ya que las respuestas inmunes del organismo trabajan mejor en temperaturas elevadas.
A la hora de analizar la temperatura corporal también es importante tener en cuenta diversas consideraciones, como pueden ser la hora del día y que se haya realizado algún tipo de actividad física, estrés, comidas, medicamentos, etc. Y para actuar contra la fiebre, lo primero es tener en cuenta que solo los profesionales médicos nos pueden analizar y recetar aquello que sea necesario. No obstante, una correcta hidratación, mantener nuestro cuerpo fresco o tomar baños tibios pueden ayudarnos a bajar unas décimas nuestra temperatura corporal. Y, como decimos siempre, ante cualquier duda, acudir a nuestro médico y/o especialista.
