El interior de las casas japonesas tradicionales, con su arquitectura, estilo y diseño, siempre ha cautivado a Occidente. La sencillez, la armonía y la elegancia son algunas de las principales señas de identidad de las viviendas del país nipón. Eso sí, detrás de su simplicidad hay toda una filosofía y una manera de ver el mundo muy diferente a la nuestra.
La casa tradicional japonesa y otros tipos de vivienda
Hasta hace no mucho tiempo, la mayoría de los japoneses vivían en casas construidas con elementos naturales como la madera, el papel y la paja. A día de hoy, encontramos dos patrones de residencias predominantes en Japón: la casa separada unifamiliar y el edificio de múltiples unidades. Este último suele pertenecer bien a un individuo o bien a una corporación para ser alquilado como apartamentos a los arrendatarios, o poseídos por los inquilinos como condominios.
También existen otras clases de casas, especialmente para la gente soltera, donde se incluyen las pensiones (populares entre estudiantes de universidad), los dormitorios (comunes en compañías), y los cuarteles (para los miembros de las fuerzas de defensa, de la policía y algunos otros empleados públicos). De estos tipos de casas, vamos a repasar el primero de ellos, el más tradicional.
El jardín
A la hora de planificar y construir las casas japonesas, se procuraba que la vivienda dispusiese de un jardín privado, por pequeño que fuese, y que la visión del entorno fuese lo más amplia y bella posible. En Japón se utiliza la palabra shakkei (“paisaje prestado”), para designar el panorama de árboles y colinas de las inmediaciones que no pertenezca a la propiedad y se puedan ver desde la casa.
La formación de arquitectos, jardineros, albañiles y ayudantes de jardinería incluía el aprender a proyectar y orientar de forma que se ocultaran las perspectivas menos atractivas y resaltaran siempre las impresiones más agradables. Hasta quienes residían en lugares densamente poblados contaban habitualmente en su vivienda con un pequeño jardín interior, de modo que tenían siempre conciencia de la presencia de la naturaleza y del transcurso de las estaciones del año.
Al vivir cerca de la naturaleza, como consecuencia de estos principios de construcción, los japoneses desarrollaron una exquisita sensibilidad para sus signos y ambientes más sutiles: el gorjeo de las aves, el zumbido de los insectos en otoño, el juego de la brisa en las ramas de los pinos, el olor de la tierra tras una tormenta de verano…
Además de la flora, hay que hablar de fauna. Afortunadamente para ellos, en Japón no había animales peligrosos de los que defenderse, mientras que resultaba sencillo protegerse de los pocos mosquitos utilizando una alambrada. Eso sí, las casas no se construían directamente sobre el suelo, sino a cierta altura, para evitar la humedad y permitir la circulación del aire.
Las casas japonesas por dentro
Algo importante a tener en cuenta en la casa tradicional japonesa es que no había una utilidad para cada habitación (con la lógica excepción del baño y la cocina). Un sistema hábilmente desarrollado de puertas corredizas (fusuma), que podían abrirse, o incluso retirarse, permitía distribuir el espacio con flexibilidad permitiendo que las estancias fueran más grandes o más pequeñas según la ocasión y la necesidad. Además, facilitaba el máximo aprovechamiento de las brisas frescas y la contemplación del paisaje. En cuanto a la decoración de la casa tradicional japonesa, hay una palabra que lo resume todo. Zen: simplicidad y armonía.
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