Pocos momentos generan tantos buenos sentimientos como un atardecer. El ocaso es la puerta que nos comunica con la paz interior, el colofón de un gran día o el presagio de una noche llena de misterios; un momento para disfrutar a solas o en buena compañía. Atardeceres bellos hay muchos, pero estos son algunos de los lugares favoritos de España para ver la puesta de sol.
La Alhambra desde el mirador de San Nicolás (Granada)
Toda lista de puestas de sol mágicas en la península debería empezar por el espectáculo de los muros rojizos de la Alhambra realzados por el ocaso y vistos desde el mirador de San Nicolás, una placita abalconada en la parte alta del Albaicín. La altura apropiada y el encuadre perfecto para disfrutar del palacio musulmán cara a cara. A Bill Clinton lo llevaron allí en su primera visita a España y exclamó extasiado: “es la puesta de sol más bonita que he visto en mi vida”.
Las Médulas (León)
Uno de los paisajes más sorprendentes de León: unas antiguas minas de oro romanas donde la acción combinada del hombre y de la naturaleza ha creado un paisaje irreal de pináculos y montañas rojizas tapizadas por un extenso bosque de castaños. Se aconseja ir al atardecer, cuando los últimos rayos del sol se acuestan sobre las arcillas encarnadas e incendian el escenario.
Laguna de Gallocanta (Zaragoza / Teruel)
Gallocanta es una de las mayores manchas de agua del interior de la Península Ibérica, una de las joyas de la red de humedales españoles. Cada temporada, hacia noviembre, miles de grullas invaden los cielos de Gallocanta en un espectáculo único, donde el claqueo de hasta 30.000 animales juntos ensordece los campos. La silueta de esa nube de pájaros recortada sobre el lienzo tornasolado que las últimas luces del día provocan en la superficie de la laguna es un auténtico espectáculo de la naturaleza.
El Mar Menor (Murcia)
Esta laguna salada de la ribera murciana es el único lugar del Mediterráneo donde se puede ver meterse el sol por el mar. Sus atardeceres son sublimes, una orgia de colores magnificada por la placidez de las aguas calmas de la laguna. Uno de los mejores puntos para disfrutar el ocaso en el Mar Menor es desde las marismas del final de La Manga, junto al humedal de las Encañizadas.
Caños de Meca y el faro de Trafalgar (Cádiz)
Caños es el enclave costero más atípico, romántico y natural de la costa gaditana. Al atardecer, docenas de veraneantes y viajeros se reúnen en la playa o en alguna terraza para beber té verde con hierbabuena mientras un sol rojizo e incandescente apaga sus ardores tras la silueta afilada del faro de Trafalgar, el mismo frente al cual el 21 de octubre de 1805 el almirante inglés Nelson mandaba al fondo del océano lo que quedaba de la flota franco española.
Ronda (Málaga)
Pocas ciudades gozan de un emplazamiento tan soberbio como esta, partida por la cicatriz de un tajo en la roca y cosida después por dos puentes del mismo color que la montaña, como grapas de piedra que evitan que la ciudad nueva y la vieja se separen. Pero si hay un momento sublime en Ronda es el del atardecer, visto desde el fondo del tajo, cuando el puente y todo el casco viejo quedan bajo el embrujo de unas luces anaranjadas que recuerdan vagamente a la de las viejas antorchas y transportan al viajero al siglo XVIII.
Puerto del Monrepós (Huesca)
El Monrepós es un puerto prepirenaico en la carretera que va de Huesca a Sabiñánigo, que por su situación ha sido tradicionalmente el mejor balcón panorámico de la cordillera de los Pirineos. Desde lo alto se divisa en días claros toda la cresta pirenaica; al atardecer y si las cumbres están nevadas, la visión es de las que no se olvida (lástima que las actuales obras de la autovía dificultan parar de momento en ese punto).
Finisterre (A Coruña)
Es el fin del continente europeo, el finis terrae, el lugar donde la tierra acababa hasta el descubrimiento de América. Fisterra es un lugar lleno de magia al que aún continúan llegando peregrinos para quemar sus ropas en señal de renovación. Sentarse en las rocas junto al faro mientras el sol desaparece por el Atlántico es la mejor manera de tomar conciencia de la inmensidad de los océanos.
Es Vedrá (Ibiza)
Este gigantesco pináculo de piedra que emerge del mar como si de la erupción incontrolada de un volcán se tratara es el islote más fotogénico de los que rodean la isla de Ibiza. Fue un lugar de culto y adoración para los primeros pobladores de las islas Baleares y aún hoy, visto desde Cala d’Hort durante el atardecer, más que a una isla asemeja a un gigantesco altar colocado por algún Dios en medio del Mare Nostrum.
Faro de Orchilla (El Hierro)
Atardeceres de un disco rojo acostándose sobre el mar hay muchos, pero ninguno con la carga de emoción y lejanía como el que se ve desde esta punta occidental de la isla canaria de El Hierro, la última tierra conocida que veían los descubridores del Renacimiento y la primera que observaban los que llegaban de América en barco.
Disfruta de los mejores sitios de España para ver la puesta de sol.
Fuente: El País.