La propiedad horizontal es un conjunto de leyes y reglamentos que regulan la organización y división de inmuebles cuando éstos se han visto segregados (normalmente en edificios divididos en pisos de viviendas). Su función es fijar de qué forma se va a organizar y dividir el inmueble y estudiar cómo deben ser las relaciones entre los propietarios.
Con esto, se otorga un derecho de propiedad sobre las partes que son comunes del inmueble, no pudiendo éstas separarse ni apartarse de la vivienda, ya que son inherentes y necesarias para su uso y disfrute. Este derecho es compartido entre todos los propietarios que también dispongan de ese bien como común. Un ejemplo de esto sería un edificio con zonas comunes: el portal, escalera, descansillos, etc. son propiedad de todos los dueños del edificio por igual y no pueden venderse ni separarse del inmueble.
La propiedad de estas zonas se traspasa junto con el traspaso de la vivienda, ya que son inseparables. Por lo tanto, conviven dos propiedades conjuntamente: una exclusiva sobre la vivienda y otra compartida sobre los elementos comunes.
La propiedad horizontal puede terminar por varias razones. En primer lugar, se extinguiría por la destrucción del edificio siempre y cuando su reconstrucción supere el 50% del valor del inmueble y no se cubra con un seguro. En segundo lugar, por la conversión de esas zonas en propiedades (o copropiedades) ordinarias.
Cada propietario tiene un porcentaje de participación diferente respecto a estas zonas. Esto varía en función de los metros útiles de su vivienda o local (del bien del que es propietario en exclusiva) en función de los metros totales del inmueble, de su uso, de su ubicación, etc.
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